Motivos de festejo y de inquietud en el análisis del Gobierno

13/12/2016

Mauricio Macri aprobó su primer año de gobierno con lo justo, lejos de la destacada calificación que él mismo se puso, pero bastante por encima de lo que sugiere el clima político que impera en buena parte del establishment argentino. En efecto, según la última encuesta nacional realizada por Poliarquía Consultores -y que hoy LA NACION publica en exclusividad-, el Presidente obtiene una calificación de 5 puntos sobre 10, por su desempeño durante estos doce meses de gestión.

La estructura de la opinión pública demuestra que el Gobierno ha sido exitoso a la hora de conservar saludables índices de aprobación, pese a los grandes desafíos que presenta la economía y su posición de relativa debilidad en el Congreso nacional. Con una agenda económica adversa, el gobierno de Macri ha logrado mantener estabilizado su nivel de aprobación siempre bien por encima del 50%. Es una posición de fortaleza si se la compara con los otros mandatarios latinoamericanos o incluso con los años iniciales de las dos gestiones de Cristina Kirchner (2008 y 2012).

Pese a todo, el clima social impone al Gobierno múltiples señales de alerta de cara a 2017, un año electoral que si bien no trastocará significativamente el balance de fuerzas en el Congreso nacional, conllevará una alta carga simbólica acerca de la sustentabilidad del cambio que representa la coalición gubernamental para el sistema político argentine.

A la hora de evaluar políticamente el año que termina, resulta inevitable observar que la polarización ideológica que propició y fomentó el gobierno de Cristina Kirchner sigue siendo un claro ordenador de la política argentina. Mientras los votantes de Macri aprueban de forma prácticamente unánime la gestión presidencial, los simpatizantes kirchneristas muestran un indisimulable encono con el gobierno de Cambiemos. La polarización está sin embargo matizada por el segmento electoral que se referencia en Sergio Massa. Este grupo ha mantenido durante 2016 una mirada favorable sobre el gobierno y constituye uno de los motivos por los que Mauricio Macri conserva una relación mayormente positiva con la opinión pública.

Con este mapa de situación, resulta oportuno advertir el conflicto de intereses que emerge entre Macri y Massa de cara a las elecciones del próximo año. El Gobierno aspirará a seducir a los votantes de Massa -como ya lo hizo en el ballotage del año pasado- resaltando su mutua aversión al kirchnerismo. El Frente Renovador intentará, como lo anticipó esta semana en la Cámara de Diputados, levantar su perfil opositor y mostrarse como una alternativa real de poder. De la vitalidad de la economía y de cómo se vaya zanjando esa disputa, dependerá en buena medida el escenario electoral de 2017.

En definitiva, el año que termina deja sobre la mesa del Gobierno cosas buenas y malas. Entre las primeras, está la convicción de que la sociedad sigue apostando y confiando mayoritariamente en la capacidad política de Macri para encaminar el rumbo del país. Entre las segundas, está la indisimulable certeza de que, sin una pronta reactivación económica, esa confianza social no sobrevivirá al clima electoral que ya comienza a imponerse entre la clase política.