El escenario de la pandemia: conmoción social, transición de prioridades y nueva agenda

por Eduardo Fidanza 16/04/2020

Datos del nuevo escenario

 

  1. El futuro es una conjetura trágica. Resulta ampliamente sabido y difundido: el coronavirus configura un nuevo escenario crítico de alcance mundial, cuya evolución es claramente incierta. Los diagnósticos pueden hacer el recuento de víctimas y enumerar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, como la cantidad de infectados y fallecidos, la pérdida de puestos de trabajo, el descenso de la producción, y los estragos psicosociales. Lo que no pueden hacer con certeza es prever el futuro. En efecto, si se analizan los múltiples escenarios trazados desde distintas disciplinas, se llega a una conclusión: nadie acierta a saber lo que ocurrirá, pero la mayoría estima que las consecuencias serán muy severas, si no son catastróficas. El futuro se ha tornado una conjetura trágica, atravesada por un dilema inquietante entre salud física y salud económica, cuya resolución nadie conoce.
  2. La difícil coordinación entre lo particular y lo general. La comunicación social, tanto de los gobiernos, los medios masivos de comunicación y las redes sociales, transcurre bajo dos registros, que se distinguen y combinan: lo general y lo particular. El aspecto general lo configuran, en primer lugar, las estadísticas sanitarias, mundiales, regionales y nacionales, y todas las consideraciones que involucran a los grandes agregados. El plano particular incluye las historias de vida, las narraciones de las escenas locales, las impresiones surgidas de la subjetividad de los individuos, las múltiples segmentaciones por variables sociales, económicas y culturales. Esta bifurcación de planos (general, particular) adelanta los dilemas que plantea la pandemia a los gobiernos y a las sociedades, debido a que el mantenimiento del orden social y del abastecimiento depende a la vez de atender los requerimientos de cada segmento (comunidades locales, regiones, edades, géneros, niveles socioeconómicos) mientras se monitorea la evolución de la situación general en los planos sanitario y económico, para evaluar qué es posible atender y priorizar. La mediación y coordinación entre lo general y lo particular es muy difícil, requiere discernimientos, aptitudes y comportamientos que pocos Estados y sociedades poseen.
  3. La reacción de la sociedad y sus segmentos. Por lo anterior, no podemos postular a “la sociedad” como un objeto de estudio confiable. Hablaremos entonces considerando sus segmentos. En primer lugar, habrá que analizar un corte que está resultando explicativo a escala global: el nivel socioeconómico y laboral de los individuos y el nivel de riqueza de las naciones. En el primer caso, se observan cotas de preocupación económica y predisposición a acatar las cuarentenas menores a medida que se desciende en la escala socioeconómica. Como se ha afirmado, “el distanciamiento social es un privilegio” [1], algo que se percibe en la periferia de las grandes ciudades, desde Nueva York a Calcuta, para poner casos emblemáticos. Allí es muy difícil seguir los preceptos de la OMS. En efecto, los que no poseen seguridad económica y niveles de confort mínimos, además de carecer de información y educación, no están en condiciones de sostener los requisitos fijados por las autoridades sanitarias mundiales para combatir la pandemia. En otra escala, eso sucede con los países: a menor riqueza mayor probabilidad de desorganización y falta de abastecimiento de recursos esenciales. Cierto es que, por ahora y de manera incierta, estas distancias se acortan por programas sociales de emergencia. Y por conductas de acatamiento y sentimientos de solidaridad y unidad nacional que se verifican a nivel mundial y están reforzando la imagen de los líderes políticos [2]. Muchos de estas actitudes, por cierto, son consecuencia del miedo que padecen las sociedades y alimentan los medios de comunicación.

Transiciones y cambios de prioridades

  1. La nueva agenda. Aunque los medios de comunicación masivos no lo adviertan, están desplazándose los ejes de sentido y las prioridades de la agenda a nivel global. En términos generales, hay un corrimiento de la esfera privada a la esfera pública en las esferas sanitaria, económica y política. Eso significa un nuevo impulso a los estados nacionales en detrimento de la economía privada, la sociedad civil, y la idea de globalización. La pandemia tiene un rasgo clave: la cancelación de los intercambios físicos, provocada por el cierre de fronteras, cuyo resultado es un repliegue concreto, pero también simbólico, hacia los contextos nacionales. Dentro de ellos, se replica el distanciamiento físico hasta constituir un clásico estado de excepción: las personas no se reúnen, la producción masiva se suspende, las libertades se restringen, los órganos legislativos no sesionan, los servicios de justicia dejan de atender. La agenda asume una prioridad excluyente: vencer al virus. Todo lo demás queda subordinado, soterrando las innumerables y crecientes demandas y tensiones de la sociedad.
  2. De la política democrática a la administración de la crisis. En ese contexto, una transición que se está apreciando con claridad es el desplazamiento desde la política competitiva -y la grieta, que es una de sus expresiones- hacia la administración de la crisis. Quiere decir que la política, tal como la concebíamos, pierde interés y centralidad para dar lugar a la instrumentación de las medidas -básicamente a cargo del Estado- necesarias para superar la crisis. Esta instrumentación requiere de un nuevo consenso, que se expresa en la desaparición de las fronteras entre partidos. El crecimiento incesante de la imagen del Presidente y de Horacio Rodríguez Larreta parece confirmarlo en la Argentina: dos dirigentes que olvidan sus diferencias políticas por un bien superior. Por cierto, esta transición tiene beneficios, aunque también peligros: facilita la gestión de la crisis, pero implica una despolitización del sistema democrático, bajo un argumento que podría formularse así: “Aquí no hay nada que discutir, tenemos que apagar el incendio”. Quienes formulan este mandato perentorio son los poderes ejecutivos de los Estados nacionales y locales, que están recibiendo una fabulosa delegación de facultades mientras permanecen suspendidos los mecanismos de checks and balances.
  3. De la economía privada a la economía pública. Esta transición es acaso crucial y puede tener una repercusión impredecible en la Argentina, si prevalecieran los sectores más radicalizados del oficialismo: ante los requerimientos de la crisis los estados insolventes y con tendencias autoritarias buscarán succionar la mayor cantidad de recursos de la economía privada. El principal medio serán los impuestos, pero no pueden descartarse la privatización de empresas, si el gobierno considerara, con el apoyo de la opinión pública, que cumplirán mejor su función ante la catástrofe bajo control público. Los atisbos de estatizar aspectos del sistema de salud y el llamado impuesto a los grandes patrimonios son un síntoma de esta tendencia. Otro aspecto es la previsible actuación de los Bancos Centrales en orden a la regulación de la actividad financiera, algo que en la Argentina todavía podría profundizase.
  4. De las deudas impostergables a las deudas reestructuradas. La renegociación de las deudas es una consecuencia normal de las calamidades, en el plano local e internacional. Constituyendo alrededor del 40% del PBI mundial, y bajo las severas consecuencias de la pandemia, es probable que los países emergentes puedan reestructurar sus abultadas deudas públicas en mejores condiciones, como lo están sugiriendo los líderes religiosos y políticos, el FMI y foros académicos e intelectuales de los países centrales [3]. Ello dependerá, tal vez, de un correcto diagnóstico y estimación de las consecuencias económicas del coronavirus, y del nivel de cooperación que pueda alcanzar el mundo global, algo que ha advertido estos días el célebre ensayista Yuval Harari. Para la Argentina, como parece obvio, esto constituye un escenario más favorable, aunque no puede asegurarse de vaya a significar una solución acordada al problema de su deuda soberana. De cualquier modo, implica condiciones paradójicamente mejores en comparación con las que regían antes de la pandemia.

Situación nacional

  1. La opinión pública: fervores parecidos a los de una guerra. Quién analice los datos de la última encuesta nacional de Poliarquia podría sorprenderse. Al contrario de lo que el sentido común aguardaría, no hay indicios de pesimismo social, aunque sí de preocupación, pero ésta no alcanza a opacar un sentimiento social positivo, que incluye el mantenimiento de las expectativas de mejora futura y un muy fuerte apoyo al gobierno y a los dirigentes que contribuyen al consenso. ¿Cómo explicar estas conductas? La hipótesis que puede plantearse es que se generó un consenso similar al que ocurre ante las grandes amenazas. El ejemplo más conocido es el inicio de una guerra: la sociedad se une, prevalece un sentimiento de colaboración, se confirman a los líderes y se aplauden sus decisiones, el sentimiento nacionalista se enaltece. No en vano se ha equiparado la lucha contra el virus a una guerra y es probable que estemos observando sus consecuencias. Para los argentinos de 50 años y más no constituye una novedad: basta recordar los primeros días de la guerra de las Malvinas, cuando se hacían los aprestos para esperar la llegada del enemigo. La ilusión -casi religiosa- de formar parte de una comunidad nacional canceló autoritarismos y desavenencias.
  2. Economía al borde del colapso. En relación con la situación económica la opinión es unánime, más allá de los matices políticos y profesionales: no se puede esperar más que un empeoramiento de todas las variables, con profundización, hasta límites impredecibles, de la inflación y la recesión. La quiebra en la cadena de pagos y la imposibilidad de afrontar compromisos ya son una realidad. Y aún si el país obtuviera una reestructuración favorable de su deuda, permanecería el problema estructural de financiamiento, que ahora requerirá de mayor emisión, un recurso que tiene límites y está plagado de efectos indeseables. Y si la reestructuración de la deuda no fuera favorable, declarándose un default, los problemas serían aún peores, más allá de los que sostienen que las diferencias entre una u otra situación ya perdieron relevancia. Como ha declarado la directora del FMI: a la Argentina le ocurre lo mismo que a las personas con enfermedades preexistentes, corren mayor riesgo. En este contexto crítico, adquiere importancia la actitud del gobierno, cuya estrategia oscila entre la afirmación presidencial de que “no dejaremos caer empresas” hasta el ánimo notoriamente hostil de Cristina Kirchner y los suyos hacia la economía privada.
  3. La definición de liderazgos y las fortalezas y amenazas del consenso. Una tendencia que se observó desde el cambio de gobierno, parece acelerarse con el estado de excepción: está en curso una transición de liderazgos. Cristina Kirchner (CFK) y Mauricio Macri (MM), los dos dirigentes que dominaron la escena en la última década, ceden terreno en favor de Alberto Fernández (AF) y Horacio Rodríguez Larreta (HRL). Bajo el estado de excepción, los administradores se imponen a los políticos. ¿Se profundizará esta tendencia? Es probable que eso sea más factible en la oposición, en vista de la caída abrupta de la imagen de MM, cuya interlocución con la sociedad y el gobierno está en cuarentena. El oficialismo es más difícil de predecir: CFK mantiene vigencia política y capacidad de condicionamiento. Además, posee una herramienta constitucional clave: podría regresar a la presidencia si AF tuviera alguna dificultad que le impidiera ejercer el cargo. El consenso alcanzado se asienta en las espaldas del Presidente, con la colaboración de una oposición responsable, que no deja de señalar, sin embargo, peligros y errores. Pero con CFK todo sería distinto y muy posiblemente más destructivo: al virus de la enfermedad se le sumaría el virus de la política, con un final desastroso.

[1] Véase: https://www.democracynow.org/es/2020/4/2/rana_ayyub_india_coronavirus

[2] Véase: https://www.nytimes.com/2020/04/15/world/europe/coronavirus-government-popularity.html?referringSource=articleShare

[3] Véase: https://www.project-syndicate.org/commentary/suspend-emerging-and-developing-economies-debt-payments-by-carmen-reinhart-and-kenneth-rogoff-2020-04